Hijo natural de un capitán que lo reconoció ya mayor de edad, y de una humilde mujer que le dio su apellido y crianza, Estanislao López se hizo así mismo desde muy joven. Debió dejar los estudios formales a los 14 años para dedicarse a las armas, en la defensa de la frontera norte de su querida Santa Fe, acompañando luego con otros comprovincianos a Manuel Belgrano en la ges-ta libertadora del Paraguay, donde salvó su vida de milagro.

La dura existencia de la campaña y el contacto con los hombres ilustrados de su época, forjaron en él, la conciencia de la necesidad de una educación básica para poder proyectarse con éxito entre los complejos laberintos de la sociedad de su tiempo. Desde esta perspectiva debemos entender el celo que tuvo en materia de la promoción de la instrucción pública.

Una de las grandes especialistas en el tema que nos compete, Adriana Puiggrós, dice en su libro Qué pasó en la Educación Argentina:”Don Estanislao sostuvo que era necesario que la educación fuera gratuita para la gente de escasos recursos, que el Cabildo estableciera un sistema de becas y que los padres fueran obligados a mandar a sus hijos a la escuela. He ahí un antecedente de la ley 1420. El gobierno santafesino de López dictó una ley específicamente educativa. Fue muy avanzado al concebir la instrucción como un problema de orden público, diferenciada de las cuestiones eclesiásticas y de la educación familiar”.

Pacificado relativamente el espacio rioplatense luego de la firma del Pacto Federal, el 4 de enero de 1831, Estanislao López se concentró en la recuperación económica de la provincia y el fomento de la educación popular. Fue el creador de la instrucción primaria y secundaria en la provincia de Santa Fe, fundando escuelas elementales en la ciudad Capital, San José del Rincón, Coronda y Rosario, y fomentando la educación secundaria con la creación del Instituto literario San Jerónimo, cuyo director fue el Padre José de Amenábar, donde se enseñaba latín y filosofía, y el Gimnasio santafesino, donde se impartían clases de aritmética y geografía. El gobierno provincial, también, procuró la mejora de los salarios docentes y el otorgamiento de becas a los alumnos de menores recursos.

Elevó de cinco a trece los establecimientos educativos de la provincia. Para 1830, Santa Fe, con ocho mil habitantes, tenía una escuela cada seiscientas personas, cifra muy importante para la época. Además, implementó un sistema de becas para que los estudiantes de las provincias pudiesen proseguir estudios superiores en el Colegio de Ciencias Morales de Buenos Aires.

Es de destacar, en este marco, la escuela que fundó Francisco de Paula Castañeda en nuestro territorio. En el entonces levantisco Rincón de Antón Martín, hoy ciudad de Rincón, esa escuela no sólo educó a los jóvenes rinconeros, ya que también llegaban de la Bajada del Paraná. Allí se enseñaba desde las primeras letras, hasta la gramática, el latín, las humanidades y la retórica. Orgulloso, le escribe al Brigadier General en 1825: “Las artes mecánicas también se enseñan en mi escuela, para cuyo efecto tengo en ejercicio una carpintería, una herrería, una relojería y escuela de pintura”. Fue la primera escuela técnica de la Argentina, otro blasón para enorgullecernos.

Finalmente, para dar una idea cabal de la importancia que daba nuestro gobernador a la educación y al desarrollo de la juventud, su último acto gubernativo, el primero de mayo de 1838, 45 días antes de morir, ya muy enfermo, y como gran legado para las generaciones futuras, inauguró una escuela para señoritas, que estaba a cargo de la maestra Amelia Mablioni de Rebecq, única en su época por sus características, con el objeto de lograr la paridad de oportunidades entre varones y mujeres en nuestra provincia.

El gran gobernante consideraba al final de su existencia que el mejor tesoro que les podía ofrecer a sus conciudadanos era una educación de calidad y accesible para todos los habitantes de nuestro territorio. Tomaba conciencia con esto, de que había que trocar la espada por la pluma y la palabra, acorde a los nuevos tiempos que se vivían. Ese es el legado inmarcesible para la posteridad del más grande de los santafesinos.

Por Gustavo Battistoni
(Historiador y escritor firmatense)

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