Te llega un mensaje, tocás la pantalla y lo leés, en ese momento el teléfono utiliza el reconocimiento facial o dactilar, el reconocimiento de voz, y los asistentes virtuales. Entrás a ver las redes sociales, la aplicación te propone imágenes, videos y noticias en base a “tus preferencias”, y así entrás en un círculo interminable y durante horas consumís contenido sugerido ¿te pasó?, sí, a todas y todos. Bueno, en ese momento sin que sepas o debas saberlo, se ejecutan cientos de procesos que se resuelven en milisegundos. ¿Sin embargo, quién está decidiendo?

¡Bienvenidos y bienvenidas a ser parte de la generación que vive uno de los avances más grandes de los últimos tiempos en materia tecnológica!

¡Pero alto! su progreso es tan frenético e incesante que no estamos tomando magnitud de lo que esto significa.

Para comenzar a detallar sobre lo que estamos viviendo, resulta bueno revisar breve y superficialmente la historia de nuestro actor principal, la Inteligencia artificial.

Fue durante los años ’40, que el matemático y filósofo británico Alan Turing propuso la idea de una “máquina universal” que pudiera procesar cualquier tipo de información. Esto sentó las bases teóricas de la computación moderna y estableció los fundamentos para la IA.

Más tarde, tenemos otro hito considerado el momento fundacional de la “inteligencia artificial”, una conferencia en Darmouth (EEUU) en el año 1956. En ella, los organizadores invitaron a unos diez investigadores para formalizar y acuñar el concepto de inteligencia artificial como un nuevo campo de estudio científico. Aún así, resulta necesario retroceder en el tiempo y destacar que, los algoritmos datan del S XIX, pero no fue hasta comienzos de 1980, después de un periodo conocido como el invierno de la IA, que Geoffrey Hinton (Premio Turing en 2018) y colegas redescubren y popularizan el método llamado retropropagación; el algoritmo central detrás de la búsqueda heurística (estilo IA simbólica) que logra encontrar los parámetros del modelo que minimizan su error, permitiendo así que una red neuronal de múltiples capas aprenda a partir de datos.

Así nos saltamos varias páginas de la historia y algunas corporaciones como IBM, Google, las que retomaron el desarrollo logrando avances importantes, hasta que llegamos al año 2010 donde se dice que comenzó “La cuarta revolución industrial”.

Claudio Gutiérrez y Andrés Abeliuk, profesor titular y asistente del Departamento de Ciencias de la Computación de la Universidad de Chile, comentan que hacia el año 2010, dos cosas harían posible la revolución de aplicaciones de redes neuronales y algoritmos de aprendizaje profundo. Primero, los avances de hardware especializado han acelerado drásticamente el entrenamiento y el rendimiento de las redes neuronales y reducido su consumo de energía. Segundo, el aumento de datos abiertos disponibles online y servicios de bajo costo para etiquetar datos vía crowdsourcing impulsan el desarrollo de la IA.

En esencia, la IA se basa en la capacidad de las máquinas para simular procesos de pensamiento humano. Esto se logra a través de técnicas como el aprendizaje automático, donde los algoritmos pueden detectar patrones en grandes conjuntos de datos y mejorar su desempeño con el tiempo, es decir, analizan y aprenden.

La IA no es nueva, pero sí novedosa, su evolución es fascinante, y nos muestra cómo una idea inicialmente considerada solo para la ficción, se ha convertido en una realidad en constante progreso. Desde los primeros conceptos de la IA en la década de 1940 hasta las aplicaciones modernas de aprendizaje profundo y redes neuronales, ha transformado la forma en que interactuamos con la tecnología y ha impulsado el progreso en muchas áreas de la ciencia y la industria.

Hoy ciudades como Tokio, Singapur, Dubái, y Pittsburgh, Los Ángeles, ya cuentan con vehículos autónomos, los que desafían el uso del transporte público conducido por seres humanos. También existen grandes avances en la medicina, por ejemplo, el desarrollo de dispositivos neuronales, los que, tras un proceso quirúrgico de instalación en el cerebro, logran la recuperación, modificación y hasta ampliación de las capacidades cognoscitivas de su portador.

En política internacional la IA tiene especial atención en materia militar, puesto que muestra un alto estado de desarrollo, desde vuelos no tripulados de drones, sistemas de reconocimiento e inteligencia, la defensa de metrópolis enteras como la Cúpula de Hierro de Israel, que implican el monitoreo con radares y satélites, la medición y cálculo de trayectorias, hasta el despliegue de baterías de misiles antiaéreos que dan cuenta de capacidades que hasta hace pocos años, solo eran parte de escenas de ciencia ficción.

Sin embargo, a nivel internacional también tuvo el boom tras el lanzamiento de ChatGPT y herramientas similares que aceleraron la toma de estado público de este tema, de forma muy particular, fue ahí cuando pudimos ver imágenes –memes- hiperrealistas muy difíciles de distinguir de la realidad, donde líderes mundiales –como el Papa y Donald Trump- aparecían con looks extravagantes y a veces en situaciones problemáticas.

Quiero adelantarte que esta conversación no se agota acá y debemos seguirla en otro momento, así que la próxima edición abordaremos la cuestión internacional, analizando algo de lo que sucede en el mundo, y cómo lo aborda el Estado argentino, también vamos a plantear algunos de los debates que creemos necesarios dar, para promover un desarrollo de la IA en el marco de previsibilidad.

Por Franco Vitterbo
(Licenciado en Ciencias Políticas)

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