Hace ya casi diez años, Máximo Cavallín Marchionno, un psicólogo y músico firmatense de 38 años, descubrió un mundo nuevo en la montaña. Como aficionado alcanzó las cumbres más altas del América, tales como el Aconcagua (6.961 m), Ojos del Salado (6.898 m), Monte Pissis (6.795m) y Bonete Chico (6.759), por nombrar algunas.

Ese mundo lo cautivó para siempre y lo invitó a profesionalizarse. De hecho, a fines de 2024 tras un arduo camino, se recibió como Guía de Trekking. En enero, ya de 2025, Maxi puso a prueba sus conocimientos y volvió al Ojos del Salado, el volcán más alto del mundo y la segunda montaña más alta de América, pero esta vez, ya como guía. Lo hizo junto a un colega español de 63 años.

Sobre su última experiencia, el duro proceso para convertirse en guía y sus creaciones musicales inspiradas en los lugares en los que transita, Máximo brindó testimonios a El Correo. “Fue muy gratificante para mí poder hacer cumbre como guía en una montaña que es muy dura, porque mide apenas 60 metros menos que Aconcagua, y es mucho más difícil porque está más aislada”, explicó.

En ese marco, el guía firmatense destacó la trayectoria de Rogelio, que, si bien contrató los servicios de Máximo, ejerció la misma profesión durante 40 años, y estuvo en lugares como el Himalaya y Monte Everest. “Cuando uno va con guía, aprende de él, en este caso, fue al revés, Rogelio la tenía muy clara y aprendí mucho. Fue una experiencia muy buena, en una montaña con mucha nieve, que la puso aún más difícil de lo común”.

“A nosotros nos dejó una chata que le costó llegar, y nos fue a buscar tres días después. Quedamos con Rogelio, mano a mano, los dos en el medio de la puna sin otra persona, no había otros andinistas, estábamos nosotros en el medio de la cordillera y la localidad más cercana está a 200 kilómetros que es Fiambala”, contextualizó, y sostuvo: “Es un reto psicológico también”.

Un camino con varios obstáculos

En la continuidad de la conversación con El Correo, Máximo contó cómo fue el proceso de obtener el título de Guía de Trekking. Tras dos años de intentos fallidos, logró que le aceptarán el currículum, pudo entrar a la escuela, se mudó a Bariloche y cumplió con la meta. 

“Me costó mucho recibirme.  La escuela es muy exigente. Fue muy difícil por todo, por mudarme a vivir a Bariloche, por el sacrificio económico. Bariloche es una ciudad muy linda, pero también muy cara para vivir. Después rendí mal el examen final y eso fue bastante frustrante, pero volví a rendir y aprobé, es decir, fue una experiencia dura y exigente”, comentó Cavallín Marchionno, en relación al título que obtuvo en noviembre de 2024, que ahora le permite escalar montañas, desde otro lugar y guiar a personas en diferentes aventuras en las alturas.

Lugares comunes y diferencias, entre viejas y nuevas experiencias

Ahondando un poco más en su nueva profesión, Maxi no ocultó sus sensaciones. “Es una vuelta diferente el tema de ser guía, es raro, porque para mí la montaña siempre fue libertad, ir a encontrarme con la naturaleza, estar un poco alejado de la civilización, no tener luz, no tener señal y estar metido en un ambiente agreste, natural, retirado, aislado, donde a veces cuesta conseguir agua o hay que llevar la comida justa”, contextualizó.

“Y ahora, de repente, es diferente, es otra cosa porque ya estás con un cliente, ya hay plata de por medio, es una responsabilidad laboral, entonces implica otros compromisos. De igual modo, trato que incluya lo otro, o sea de que, si bien hay una relación laboral, también sea en un lugar aislado, de que también tenga un poco esa esencia criolla, minimalista, un poco fuera de sistema, porque la montaña tiene eso de lindo. Un billete no vale nada en la montaña”, expresó.

En ese marco, resaltó y puso en valor la actividad, como un estilo de vida. “La montaña ofrece un ambiente natural y un desafío personal. El esfuerzo de llegar a una cumbre es siempre gratificante, siempre te realiza. Porque toda cosa que implica un esfuerzo termina siendo gratificante, aunque no salga. Pero ya el hecho de esforzarse para conseguir algo creo que deja mucho”, valoró.

El sueño de las diez

Entre sus objetivos, el montañista firmatense de 38 años dijo que tiene ganas de alcanzar las diez montañas más altas de América. “Se fue dando sin querer, y me gustaría llegar a las diez más altas”, detalló en conversación con El Correo.

“Me faltan dos y una de esas está en Perú así que, y es muy difícil. Ya me rechazó una vez y es una montaña que da miedo ir. Hay grietas, hay glaciares, es peligroso, pero me gustaría ver si la puedo cerrar, no sé, este año o cuando se pueda”, aseguró Máximo, respecto a Huascarán, ubicada en Perú a 6.746 metros de altura.

Las diez montañas más altas en orden son: Aconcagua, Ojos del Salado, Pissis, Bonete Chico, Tres Cruces, Huascarán, Llullaillaco, Mercedario, Walther Penck y Incahuasi. A Maxi solo le queda subir a la cumbre de Huascarán, como antes mencionó, y el volcán Walther Penck (6658 m), situado en el norte de la provincia de Catamarca.

Música y montaña

En la descripción, a inicios de la nota, describimos a Máximo como músico. Si uno busca su nombre en Spotify, encuentra su amplio repertorio. Letras y melodías propias. Canciones que hablan de lugares y sitios que el firmatense conoció en estos últimos diez años.

“La conexión que hay, en mi caso, entre la montaña y la música, para mí va de la mano”, expresó, y sostuvo: “La música busca transmitir algo, un sentir, una profundidad, una canción o algo que te llega, siempre es algo que te conmueve, o la música para mí debería cumplir esa función, tratar de conmover, tratar de tocarte alguna fibra íntima, el arte en general creo que tiene esa función, llegar a lo profundo, a lo hondo de una persona y la montaña produce eso”.

“La montaña es muy filosófica, por algo todas las culturas, siempre la montaña está vinculada a la religión, Moisés tuvo que subir al Monte Sinaí para hacer los mandamientos, Jesús dio su discurso más famoso en la montaña, en el Himalaya todos creen que los dioses habitan en la montaña, en los Andes le llaman Apu, al espíritu que vive en la montaña, las montañas son siempre un poco espirituales, trascendentales, filosóficas, y la música es eso, el arte en sí es eso, el arte creo que busca lo trascendental, lo que tiene que ver con lo más hondo”, profundizó.

“En mi caso, trato de encontrarle esa veta en la montaña, no siempre, a veces uno lo hace de manera deportiva y nada más, pero cada tanto me gusta conectar con ese lado”, cerró.  

Por Manuel Carreras

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