Hay personas de a pie, caminantes, que no pasan desapercibidos y se vuelven parte del paisaje. Son seres que trascienden la vida terrenal y quedan entre sus pares habitando en el recuerdo. Beto fue una de esas personas.
Beto, Albertito, Alberto, era un transeúnte sin pausa, siempre dispuesto a que le conviden un café y -fundamentalmente- un cigarrillo.
Todos los martes, con lluvia, con calor, con diez grados bajo cero o con cuarenta grados a la sombra, llegaba a El Correo en busca de su ejemplar.
Su andar era constante. Podías encontrarlo en cualquier lugar de Firmat en los horarios más diversos.
Este martes, Beto emprendió su caminata más larga. Sus seres queridos afirman que fue en busca de su mamá porque la extrañaba mucho.
Seguramente, antes de llegar al cielo y reencontrarse con su viejita, hará un alto en el purgatorio, le dirá a San Pedro que le convide un cigarrillo y le preguntará si allá arriba se lee El Correo de Firmat.
Por Mariano Carreras