Estar aburrido es un estado cotidiano que transitan las infancias, aunque es muy difícil de habitar, para ellos y para quienes los acompañamos. Genera malestar, disconformidad y no solo atraviesa a niños y niñas, nos interpela a todos como sociedad. La respuesta consiste en rutinas llenas de estímulos, cargadas de actividades para no pasar por esa emoción.
¿Y si cambiamos el enfoque? Pensemos que habitar el aburrimiento es generar un espacio para desarrollar la imaginación.
El psicopedagogo e ilustrador italiano Francesco Tonucci afirma que la falta de tiempo libre durante la infancia atenta contra el desarrollo de su autonomía y su creatividad.
Crear momentos de juego libre para vaciar las infancias de estímulos constantes; habitar ese lugar incómodo de la quietud y el silencio para despertar la curiosidad son puntos de partida para explorar, descubrir y así crear aprendizajes significativos y desarrollar la creatividad. No a todos los moviliza lo mismo, descubrir qué les genera interés puede llevarnos a encontrar lo que los apasiona.
Destinamos muy poco tiempo a que desarrollen la escucha del propio cuerpo. Frente a una gran desconexión del sentir, se genera un desconocimiento de los gustos, las preferencias, los deseos. Que puedan elegir qué hacer en el tiempo libre es comenzar a desarrollar la autonomía.
En caso de que tengan que afrontar el aburrimiento con otros -hermanos, amigos- es una primera instancia para mediar y construir acuerdos. Poder cautivar y convencer a los otros de jugar a algo que a ellos les resulte interesante es una forma de defender su mirada y su voz ante la pluralidad.
Pero no hay forma de construir su propia voz sin saber cuáles son sus necesidades, intereses y tiempos. Permitir que el aburrimiento habite en ellos encenderá la chispa que los hará únicos y diferentes a los demás para que, como dice Galeano, puedan brillar con luz propia.
Por María Luz Iocco
(Profesora de Expresión Corporal)
-
-
-
-
-
