En los últimos días del 2024 trascendió una valiosa noticia a nivel científico y de alto impacto para la salud pública: un grupo de investigadoras del Conicet trabaja en una vacuna nasal contra el Chagas. Entre las profesionales que llevan adelante la investigación se encuentra una biotecnóloga oriunda de Melincué. Se trata de Camila Bulfoni Balbi (31 años).

Próxima a finalizar su doctorado en Ciencias Biomédicas en la Facultad de Ciencias Médicas de la UNR (Universidad Nacional de Rosario), Camila forma parte del equipo liderado por la Dra. Ana Rosa Pérez, que recientemente ganó visibilidad a nivel internacional tras una publicación sobre los avances de la investigación en la prestigiosa revista científica Vaccines.

Buscando profundizar y ahondar en la tarea de las investigadoras de la Universidad Nacional de Rosario, la biotecnóloga de Melincué conversó con El Correo y contó cómo se dio la oportunidad de ser parte del proyecto que tiene como objetivo evitar las principales complicaciones del Chagas.

“Todo comenzó durante el último año de la carrera, cuando, como parte del plan de estudios, debía realizar una Tesina, que equivale a un trabajo final enfocado principalmente en participar de un proyecto de investigación”, contextualizó la investigadora de Melincué, y precisó: “En ese momento, me uní al grupo liderado por la Dra. Ana Rosa Pérez, quienes desde hace muchos años estudian la enfermedad de Chagas, aunque principalmente desde una perspectiva neuroinmunoendocrina”.

“El desarrollo de la vacuna contra el Chagas comenzó en 2015, y hace aproximadamente seis años que se inició la etapa específica de la vacuna nasal. Yo me incorporé al equipo en esta última fase, lo que ha sido una experiencia sumamente enriquecedora”, explicó.

En ese marco, Camila resaltó que desde siempre supo que quería trabajar en tareas vinculadas a salud y el bienestar de las personas. “Considero que la enfermedad de Chagas es un problema mundial de gran magnitud, que muchas veces no recibe la atención que realmente merece”, planteó la investigadora de Melincué.

“Por eso, formar parte de este proyecto tiene un significado muy importante para mí, no solo a nivel profesional, sino también en lo personal”, aseguró.

Sin antecedentes

En la continuidad de la comunicación con este medio, Bulfoni Balbi brindó detalles sobre la investigación y señaló: “Creo que el proyecto ganó visibilidad porque actualmente no existe una vacuna para uso humano contra la enfermedad de Chagas, lo que lo convierte en un avance muy significativo”.

“Este prototipo de vacuna nasal tiene varias ventajas en comparación con las vacunas que se aplican por vías tradicionales, como la intramuscular, intradérmica o subcutánea. Al ser nasal, no requiere personal capacitado para administrarla, como enfermeros/as, ya que su aplicación es sencilla, indolora y puede realizarse de manera rápida en toda la población. Esto aumenta la aceptación de la vacuna entre las personas por su practicidad”, explicó Camila a El Correo.

Cabe mencionar que, en Argentina, alrededor de 2 millones de personas están infectadas y 6 millones están en riesgo de infección con Trypanosoma cruzi, el parásito que produce la enfermedad de Chagas. En Rosario, hay diagnosticados unos 2 mil pacientes, que se atienden en su mayoría en el Hospital Centenario, centro de referencia en la región. 

Bajo ese marco, la joven investigadora oriunda de Melincué indicó que esta vacuna no solo genera una respuesta inmunitaria sistémica, sino también una respuesta mucosal. “Esto es clave, porque el parásito que causa la enfermedad de Chagas puede ingresar al cuerpo a través de las mucosas”, destacó.

“Lo que considero más importante es que, en Argentina, la cepa del parásito que circula suele causar Miocarditis Chagásica Crónica, que daña el corazón y puede llevar al mal funcionamiento cardíaco e incluso a la muerte. Este prototipo de vacuna ha demostrado ser capaz de proteger contra este daño, lo que representa un gran avance en la lucha contra esta enfermedad”, manifestó.

Un largo camino por recorrer

A la hora de hablar de tiempos, Camila fue cautelosa y clara. “Actualmente, nuestros estudios se están llevando a cabo en modelos murinos (ratones genéticamente para estudiar enfermedades humanas), pero, por supuesto, el objetivo a largo plazo es trasladar estos avances al ámbito humano. Sin embargo, es importante destacar que llegar a las pruebas en humanos es un proceso extenso y complejo, que requiere cumplir con estrictas normativas de seguridad y eficacia”, argumentó.

Además, la joven profesional de Melincué aclaró: “El desarrollo de una vacuna que alcance la fase clínica implica una inversión económica significativa, no solo para realizar las pruebas, sino también para garantizar su calidad y cumplir con los requisitos regulatorios”.

“En general, el desarrollo de una vacuna desde la investigación inicial hasta su aprobación puede tardar entre 10 y 15 años, solo en las etapas clínicas. Por ello, aunque aspiramos a dar este paso en el futuro, aún queda un largo camino por recorrer”, aseveró.

La necesidad de acompañar y valorar

Sobre el final de la conversación, Camila reflexionó en relación al presente por el cual transita desde lo profesional, e hizo principal hincapié en la necesidad de acompañar y poner en valor a la labor científica. “Cuando uno trabaja en investigación, especialmente en el ámbito público, se siente un gran orgullo”, comenzó.

“Estoy rodeada de personas extremadamente talentosas, con una enorme vocación por enseñar y trabajar, y ese entusiasmo es algo que se contagia. Todo lo que hacemos se realiza con mucha conciencia, siempre pensando en el bienestar de la población y en generar un impacto positivo”, afirmó.

“Espero que tanto la sociedad como el Estado sigan reconociendo la importancia de la ciencia en nuestro país. Se están llevando a cabo investigaciones realmente relevantes, como esta vacuna, y sin el apoyo y la valoración necesaria, es difícil continuar y progresar”, cerró.

Por Manuel Carreras

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