Queridos lectores de El Correo de Firmat, en la última entrevista que tuve en un canal televisivo, me surgieron varios disparadores por las preguntas que hacían los conductores del programa, lo cual me llevó a la necesidad de escribir esta nota.
Tengo la creencia de que en nuestra búsqueda constante por mantenernos en forma y cuidar nuestra salud, es fácil olvidar el poder que tiene el entrenamiento en grupo. Entrenar no solo se trata de quemar calorías o ganar músculo; entrenar en conjunto con otras personas que comparten nuestra misma pasión por el ejercicio puede tener un impacto profundo en nuestra salud mental y emocional.
La actividad física en grupo no es solo hacer ejercicio; es unirse a una agrupación de personas… una “comunidad”, una que nos apoya y nos impulsa a alcanzar nuestras metas.
Cuando compartimos un entrenamiento con otros, nos motivamos mutuamente y, casi sin darnos cuenta, también mejoramos nuestro bienestar emocional: La energía que se crea en un grupo es contagiosa y nos ayuda a mantenernos comprometidos con nuestros objetivos, se disparan las hormonas del placer, del sentirnos bien, de la recompensa, y por supuesto, disminuyen aquellas que nos hacen sentir “bajón”, nos estresan e inducen a que procrastinemos nuestro bienestar.
En mi experiencia como profesor de Educación Física y entrenador, he visto cómo las personas encuentran en el grupo un motivo que les permite superar desafíos, aquellos que de manera individual, serían más difíciles de enfrentar.
Además, y “por si las moscas”, hay mucha evidencia científica que demuestra que el simple hecho de socializar y compartir un objetivo común, reduce significativamente los niveles de estrés y mejora el estado de ánimo.
Pero no todo es “grupo” en esta nota, y como una cosa tiene que ver con la otra, también quiero hablarles del entrenamiento funcional: una modalidad que ha revolucionado la forma en que nos ejercitamos.
El tipo de entrenamiento mencionado párrafo arriba, lo hizo sumamente conocido el instructor Vern Gambetta pero fue desarrollado por el fisioterapeuta Gary Gray. Este se basa en la realización de movimientos que imitan las actividades cotidianas, lo que significa que no solo trabajamos un músculo en particular, sino que entrenamos todo nuestro cuerpo para que funcione de manera más eficiente en la vida diaria.
Por si les interesa investigar un poquito, este tipo de entrenamiento trabaja en los tres planos del cuerpo (sagital, frontal y transversal) y en los tres ejes (vertical, anteroposterior y transversal), lo que garantiza un desarrollo integral. Además, se enfoca en cinco pilares de movimiento: empuje, tracción, rotación, desplazamiento y cambio de centro de gravedad. Es una forma de ejercicio que se adapta a cualquier persona, independientemente de su nivel de condición física o su edad.
Desde ya hace tiempo, observo cómo el entrenamiento funcional se adapta a las necesidades de todos. Lo suelo aplicar en el gimnasio, en las clases de educación física escolar a través del juego o en los entrenamientos de los seleccionados de básquet.
Este tipo de entrenamiento siempre se mantiene relevante y efectivo. Su flexibilidad permite que las sesiones sean dinámicas y entretenidas, lo que evita que los participantes/alumnos/deportistas abandonen la actividad y, al entrenar en grupo, la experiencia se enriquece aún más, ya que la aceptación y el apoyo de todos motivan a seguir adelante.
Para ir “cerrando el telón” de esta nota, me gustaría dejarles un mensaje claro: ya sea que estén buscando mejorar su estado físico, mantener la salud mental o simplemente disfrutar de una actividad en grupo, el entrenamiento grupal y funcional es una excelente opción. No se trata solo de hacer ejercicio, sino de formar parte de un “equipo” que los apoye y motive. ¡Así que los animo a probar una actividad grupal y después que me cuenten sobre la experiencia!
Por Juan Andrés García
(Profesor Nacional de Educación Física)