Hace unas semanas una amiga y vecina me acerca una inquietud que parte del deseo de sus hijos y seguramente de la mayoría de los niños y las niñas: querer salir a jugar con los amigos del barrio. No ver a las infancias jugando en las calles es algo que nos preocupa como mamás y como profesionales. Y mientras hablábamos de poder crear momentos de juego para nuestros hijos en las calles del barrio junto a los vecinos, aparecería y reaparecía en mi cabeza Francesco Tonucci, Frato, y su proyecto “Salir a jugar”. El psicopedagogo e ilustrador italiano afirma que los niños y niñas jugando construyen los cimientos de todo lo que van a aprender a lo largo de la vida, siendo el juego la experiencia más importante de aprendizaje.
En su libro La ciudad de los niños hace un profundo análisis sobre las trasformaciones que han sufrido las grandes ciudades y cómo se han vuelto agresivas, peligrosas, monstruosas para todos y, en especial, para las infancias.

Uno de los grandes ejes de su proyecto es que la ciudad debería devolver el espacio público a la gente, ya que poder habitarlo es uno de los derechos naturales que tenemos como ciudadanos. Los niños y las niñas lo necesitan para jugar y ellos, como devolución a la sociedad, producen seguridad, alegría, salud. Porque si hay niños jugando en la calle, nosotros los adultos estamos obligados a hacernos cargo, a preocuparnos, a mirarlos, a cuidarlos.

Para Tonucci jugar era salir de casa sin que alguien te acompañara, buscar amigos, vivir el juego y volver a casa para contar todo lo que había pasado y a veces no poder contarlo todo porque no todo sería correcto o aprobado por los padres.

Muchas generaciones vivimos esta infancia donde las familias vecinas construían entre ellas un gran tejido vincular, un gran sostén. El barrio y sus calles eran espacios confiables donde nos cuidábamos los unos a los otros. Los tiempos eran otros; de chicos contábamos con mucho tiempo libre para jugar y a medida que crecíamos los tiempos cambiaban con nosotros, se sumaban ocupaciones, responsabilidades.
Hoy vivenciamos grandes cambios en el entramado social. Estamos perdiendo muchísimos territorios con las nuevas formas de vinculación, el avance de las pantallas, la inseguridad, los miedos. La realidad nos empuja a vivir cada uno en su burbuja, en su espacio seguro. Peligran los territorios de encuentro, de empatía, de afecto. ¿Quiénes se preguntan por estos territorios? ¿Es posible crear nuevos acuerdos?

Por María Luz Iocco
(Profesora de Expresión Corporal)