Siempre me interesó cómo podemos entender y asumir como verdadero aquello que no se ve, o al menos que no se percibe de algún modo. Por ejemplo, es un hecho que si no tuviéramos ojos, la luz existiría igual, solo que estaría mucho menos estudiada por la humanidad. Entonces… ¿Qué otras cosas existen que no se pueden ver y en las que creemos fervientemente? Hagamos esta reflexión usando como ejemplo las ondas gravitacionales.

A medida que nos adentramos en la intersección entre la percepción y la ciencia, es importante reconocer que el espectro de lo invisible es más vasto de lo que creemos. A lo mejor, aquellas cosas que no se ven, no son en realidad tan enigmáticas en cuanto a su naturaleza, pero como no las vemos, es realmente muy difícil su estudio y su descubrimiento. A pesar de nuestras limitaciones sensoriales, la exploración del universo va más allá de lo que nuestros sentidos pueden captar, y los científicos continúan demostrando una habilidad notable para descubrir fenómenos que desafían la intuición y trascienden nuestra experiencia directa.

Un ejemplo emblemático de este poder es la detección de las ondas gravitacionales. Estas ondulaciones en la trama misma del espacio-tiempo fueron predichas por Einstein hace más de un siglo, pero su detección directa parecía imposible. No obstante, equipados con tecnologías avanzadas y una profunda comprensión teórica, los investigadores finalmente lograron captar estas ondas en septiembre de 2015. O sea, casi 100 años después de haberlas predicho.

Este logro monumental no solo confirma la capacidad de la humanidad para superar las limitaciones sensoriales, sino que también plantea un importante cuestionamiento sobre la naturaleza de la realidad. Nos recuerda que, a medida que ampliamos nuestras fronteras tecnológicas y teóricas, somos capaces de abordar fenómenos anteriormente inaccesibles. Sin embargo, también plantea la pregunta de cuántos otros misterios podrían estar esperando a ser descubiertos más allá de nuestra percepción actual.

En el mundo subatómico, también encontramos ejemplos interesantes de cómo la ciencia va más allá de lo que nuestros sentidos pueden revelar. La existencia del neutrino, una partícula elemental con una masa casi indetectable y que rara vez interactúa con la materia, fue propuesta teóricamente antes de que se pudiera observar directamente. Los experimentos subterráneos masivos finalmente lograron confirmar la existencia de estas partículas, que se producen en el corazón de las estrellas y en violentas explosiones cósmicas.

Estos ejemplos nos recuerdan que, a pesar de nuestras limitaciones perceptivas, nuestras mentes nos permiten avanzar en nuestro entendimiento de lo invisible. La ciencia, en su esencia más pura, es una colaboración entre la intuición, la observación y la lógica matemática, lo que nos permite revelar aspectos ocultos de la realidad que de otro modo quedarían inexplorados.

¿Qué otros tesoros de conocimiento aguardan en los reinos invisibles? Desde la posibilidad de universos paralelos en la física teórica hasta la búsqueda de vida extraterrestre mediante la detección de bioseñales en el espacio profundo, nuestra comprensión actual es solo la punta de un iceberg. Nuestros sentidos pueden ser una brújula esencial, pero nuestra imaginación y resolución son el combustible que nos impulsa hacia adelante.

Por Bernardo Bazet Lyonnet
(Lic. en Biotecnología)

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