“En un mundo lleno de tensiones y responsabilidades, el estrés y la ansiedad se han convertido en compañeros casi constantes en la vida de muchas personas.”


En un mundo en constante movimiento y cambio, el estrés y la ansiedad se han convertido en temas de gran relevancia. Aunque a menudo se utilizan de manera intercambiable, es crucial entender las diferencias entre ambos y cómo afectan nuestra salud mental y bienestar general. En este artículo vamos a explorar las distinciones clave entre estrés y ansiedad, sus causas, síntomas y estrategias para manejarlos de manera efectiva.

El estrés es una reacción, una respuesta natural del cuerpo a las demandas externas y situaciones de dificultad, desafiantes. Por ejemplo, cuando enfrentamos una fecha límite laboral, una entrevista importante, un examen final, un problema personal, el estrés agudiza nuestros sentidos y nos impulsa a actuar. Es temporal y puede ser manejable.

Las causas comunes del estrés, generalmente, están dadas por la carga excesiva de trabajo, problemas financieros, conflictos interpersonales, situaciones de vida significativas, como mudanzas o cambios de empleo.

En cuanto a los síntomas del estrés, encontramos a la fatiga y el agotamiento, a la irritabilidad y cambios de humor, a los dolores musculares y tensión, también problemas para dormir.

La ansiedad, por su parte, es la emoción que se gatilla en medio de la reacción frente al estrés. Es más subjetiva y abstracta. Tiene repercusión en el ámbito fisiológico, conductual y psicológico. Se presenta como una preocupación persistente y excesiva que puede o no estar directamente relacionada con una situación específica. A menudo, las personas con ansiedad experimentan un sentimiento constante de inquietud, impaciencia o temor que pueden ser desproporcionados en relación con las circunstancias actuales. La ansiedad puede convertirse en un problema a largo plazo si no se aborda adecuadamente, afectando nuestra calidad de vida y bienestar general.

Entre los síntomas de la ansiedad encontramos: preocupación constante e incontrolable, sensación de aprensión o temor intenso, palpitaciones y dificultad para respirar, evitación de situaciones sociales o de estrés.

La principal diferencia entre estrés y ansiedad radica en su origen y duración. Mientras que el estrés suele ser una respuesta a una situación específica y temporal, la ansiedad puede persistir incluso en ausencia de un desencadenante claro. Esta diferencia puede tener un impacto significativo en cómo se manejan y tratan estos problemas. El estrés a menudo puede resolverse mediante técnicas de manejo del tiempo, establecimiento de prioridades y estrategias de relajación. En cambio, la ansiedad puede requerir un enfoque más profundo, que podría incluir terapia cognitivo-conductual, medicación, técnicas de relajación para abordar las preocupaciones subyacentes y cambiar patrones de pensamiento disfuncionales.

Dentro de las estrategias para manejar el estrés y la ansiedad, las más recomendadas son: • Hacer Ejercicio Regular: La actividad física es eficaz para reducir el estrés y mejorar nuestro estado de ánimo general. El ejercicio libera endorfinas, que son sustancias químicas naturales del cerebro que actúan como analgésicos y elevadores del ánimo.

Practicar Técnicas de Relajación: La meditación, la respiración profunda, ayudan a calmar la mente y reducir tanto el estrés como la ansiedad.

Gestión del Tiempo: La organización y el establecimiento de nuestras prioridades disminuyen la carga de trabajo y el estrés asociado.

Buscar Apoyo Profesional: La terapia y la asesoría psicológica nos proporcionan herramientas útiles para enfrentar y gestionar la ansiedad.

Establecimiento de Límites: Aprender a decir no y a gestionar nuestras propias expectativas, así como también las ajenas, puede ser crucial para prevenir el agotamiento.

En conclusión, aunque el estrés y la ansiedad son experiencias comunes y relacionadas, es importante reconocer sus diferencias para abordarlos de manera efectiva. Comprender sus causas y síntomas puede ayudarnos a buscar el apoyo adecuado y adoptar estrategias efectivas para mejorar nuestro bienestar mental. Si bien ambos son desafíos significativos, con el enfoque correcto y el apoyo adecuado, es posible manejarlos y llevar una vida equilibrada y saludable.

¡Vivir mejor es posible!

Por Melisa Muñoz
(Instructora en Educación Emocional)

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