El miércoles 8, en la icónica librería Homo Sapiens (Rosario), el escritor e historiador firmatense Gustavo Battistoni presentó su flamante obra “De Santa Fe y otros albardones”.
El autor local estuvo acompañado por el diputado nacional Eduardo Toniolli, Guadalupe Bruera, médica neuróloga, y Nicoletta Cignoli, una estudiante oriunda de Firmat que a sus 23 años se encuentra cursando las últimas instancias de la carrera de Derecho en la UNR.
En el caso puntual de Nicoletta, interiorizada en la obra, llevó adelante una interesante lectura y análisis sobre De Santa Fe y otros albardones, donde Gustavo, una vez más nos invita a reflexionar y a conocer más sobre la vida de santafesinos y santafesinas que se destacaron en literatura, historiografía y política argentina.
“De Santa Fe y otros albardones”: la reflexión de Nicoletta Cignoli
Cuando comencé leyendo el libro de Gustavo empecé por donde siempre, el prólogo, por muchos salteado, instrumento crucial que determina la manera en la que uno se dispone a leer una obra puesto que indica cómo posicionarte -o no- frente a la misma, es un adelanto, una pizca de conocimiento de lo que vas a ver en adelante.
Gustavo me convocó a presentar este libro, y entre el gran honor y felicidad que sentí por la invitación, al mismo tiempo no sabía cómo encararla, ¿qué digo? Pensaba, y no porque no supiese como decir que el libro es excelente y necesario, sino porque tal es mi aprecio por el autor que no quería quedarme corta.
Después me puse a pensar y dije claro, cualquier cosa que diga va a ser insuficiente, pero al menos puedo aportar a su lectura, les puedo indicar no el “cómo”, porque eso ya sería muy pretencioso de mi parte, pero al menos mi visión no solo como persona sino como joven estudiante y mujer de lo que implica este libro, tanto para mí como para la república, palabra de la que se ha hablado mucho estos días.
A Gustavo lo conozco porque es amigo de siempre de mi papá, cada tanto los fines de semana nos juntamos a cenar y ese es, sin dudas, uno de los momentos que más disfruto del mes, incluso estudio para ir -creo que todos lo hacemos-. El intercambio de opiniones y debates que se gestan en las sobremesas después del asado se tornan interminables, pero desde un punto de vista positivo. Allí, Gustavo me ha introducido a muchísimos personajes desconocidos para mí y que al día de hoy me han ayudado a formarme, un poco desde lo académico, otro poco desde lo literario. Entre ellos, Macedonio Fernández, como uno de los que más me ha hecho repensar la literatura, solo por mencionar un ejemplo.
Hoy en día, en la era de la información, un fenómeno frente al que no podemos permanecer ajenos es al sinfín de datos que nos azotan por todos nuestros canales comunicativos, no sin efectos. Nos vemos rodeados constantemente de información -o desinformación- que en la mayoría de las veces es funcional a las hegemonías.
De cara a ello, Gustavo nos presenta este libro, que intenta hablar, y digo hablar porque es un libro que no solo cuenta la historia, sino UNA historia, que se expresa, que plantea posiciones, no se queda en el dato, sino que va más allá y da opinión, y habla, no solo de los personajes que sus páginas recorren, sino de su autor, que da voz en momentos en donde es tan importante hablar.
Es un libro que debe servir como herramienta para encarar la educación, que nos enriquece de conocimientos para aprender a entender un poco más y mejor de dónde venimos: cuanto mayor es el conocimiento radicular de algo más se logra entender. Este libro da sentido a miles de accionares colectivos de los que hoy somos producto. ¿Cómo vamos a esperar que se comprendan los valores de la democracia, de la república si no se comienza por explicar los fenómenos de tantos hombres y mujeres que les dieron origen?
Frente a tantos discursos de odio, de desinformación, que se aprovechan de la volatilidad de la <modernidad líquida> y atentan contra el sistema de derechos es importante que reivindiquemos la educación, a conciencia, porque sólo a través del conocimiento es que se fomenta el amor por la patria, de nuevo: ¿cómo vamos a amar algo que no conocemos?, si conocemos más sobre historia estadounidense o europea que sobre quién era María Remedios del Valle, Gregoria Perez, o Jauretche, por mencionar solo algunas de las personalidades que este libro recorre.
Yo soy muy patriota, mis amigas se ríen porque cuando termino de rendir me gusta poner como lo que se podría llamar una suerte de “cábala” la Marcha a las Malvinas. Sin embargo, de chica no lo era tanto, las cosas cambiaron cuando gracias a mis papás tuve la suerte de estudiar unos meses en el exterior durante mi adolescencia, para mi vuelta, las cosas habían cambiado.
Ustedes se preguntarán: ¿Qué tiene que ver esto que está contando esta chica sobre su vida personal, si vino a hablar del libro que escribió un autor de Santa Fe? La verdad es que yo creo que todo tiene que ver con todo. A mi regreso de allá Gustavo me preguntaba incansablemente qué me daban en la escuela pública a la que asistía, y a partir de ahí, es que gracias a sus preguntas fui entendiendo que mi discurso cerrado y crítico a lo individualista de sus prácticas educativas -“solo dan historia de los estados unidos porque solo piensan en su país, no tienen idea del resto”- estaba cegado por un afán colectivista netamente argentino, que lejos de ser repudiable es altamente elogiable. El problema se da cuando nuestro ímpetu colectivo -argentino- se precipita.
Y el tema es que somos tan pero tan apasionados que a veces nos olvidamos de reivindicar aquello que da lugar a nuestra argentinidad. Así, se ha dejado de lado en las escuelas, la enseñanza de figuras completamente esenciales para la formación de un pensamiento con cultura de <nacionalidad>, o yendo más allá, con <cultura provincial>: ¿cómo vamos a querer un país más federal si no conocemos nuestra propia provincia?
Actualmente esa conexidad colectiva que tenemos como argentinos, está en crisis; ideas netamente individualistas que no solo no piensan en el otro, sino que además lo desprecian, están corroyendo los cimientos de lo que somos porque imparten una historia adulterada, y frente a las fallas en la cohesión histórica es donde crecen.
Y digo fallas porque creo que este último tiempo hemos estado tan ocupados hablando de república, de federalismo, de democracia, de amor por la patria, y de tantas cosas, que dejamos de lado el conocimiento en su esencia de aquello por lo que pregonamos. Nos dibujamos muchos valores en la frente, pero no los explicamos, y eso se traduce en la falla más grande con la que podemos trastabillar como sociedad: enseñar conceptos vacíos disfrazados de educación. En este sentido es importante hacer un mea culpa y repensar la educación -siempre pública- en clave inductiva y creo que este libro es una pieza fundamental para ahondar en esta tarea.
/ Reflexión/análisis: Nicoletta Cignoli (23 años), estudiante de Derecho de la UNR, oriunda de Firmat