La Batalla del Gamonal, acaecida el 2 de septiembre de 1820, es una de las más subestimadas de nuestra historia en cuanto a sus implicancias políticas e históricas. Significó la derrota definitiva del régimen directorial, le dio vía libre a José de San Martín para su campaña libertadora, y consolidó nuestra independencia con respecto a España y a toda otra potencia extranjera. Fue una victoria enteramente santafesina, única provincia que venció, en soledad, a la soberbia Buenos Aires. Nuestra porteño-céntrica historiografía le bajó el precio a este triunfo con la clara intención de no reconocer a Santa Fe como la albacea del Federalismo Rioplatense.

Después de la firma del Tratado del Pilar, como fue una constante en su historia, Buenos Aires desconoció lo firmado y el Partido Directorial, que se había derrumbado luego de la Batalla de Cepeda, volvió a controlar el poder. Vicente Fidel López comenta con lujo de detalles en su obra La Revolución Argentina, el desprecio que provocaba en la élite citadina la montonera litoraleña:”…y el día 25 regresó (Sarratea) acompañado de Ramírez y de López, cuyas numerosas escoltas, tan sucias y maltraídas que parecían hordas, ataron sus caballos en las rejas de la Pirámide mientras los Jefes se solazaban en el salón del ayuntamiento”. Después del acuerdo interprovincial, Santa Fe solo quería el cumplimiento de lo pactado, fundamentalmente la elección de diputados para organizar el régimen federal; la devolución de los prisioneros injustamente encarcelados en San Nicolás, y el pago de los perjuicios y daños que habían ocasionado los ejércitos bonaerenses en territorio santafesino.

Todo esto desencadenó un nuevo conflicto que tuvo su desenlace en la Batalla del Gamonal, que significó el comienzo de la supremacía santafesina hasta la firma del Pacto Federal, el 4 de enero de 1831. La batalla fue cruenta, una de las más sangrientas de nuestras guerras civiles. El 3 de septiembre de 1820, daba cuenta Estanislao López en carta al Comandante Méndez: “ La acción de ayer fue terrible, en más de 10 leguas no se veía más que cadáveres, y tal mortandad consterna al corazón más duro…”.

Decía nuestro Gobernador en un oficio el 24 de septiembre al Cabildo de Buenos Aires: “Amo a mi patria y aspiro a su dicha. Si V.E. está animado de iguales sentimientos, si tiene libertad para deliberar, si quiere que cese la guerra, depóngase toda pretensión, acábese la intriga, respétese a los verdaderos patriotas sin negar ni disfrazar su merito: desaparezca la vil impostura, no se sacrifiquen más vidas al capricho de los intrusos; no se dejen familias inocentes a la mendicidad para satisfacer la codicia de los aventureros y conseguiremos la paz propia de hermanos, digna de americanos y que prometa un porvenir lisonjero a todos los pueblos comprometidos por nuestras disensiones”. Palabras inmarcesibles que aún resuenan con potencia en nuestra atribulada patria.

Desde el punto de vista estrictamente militar, el especialista Leopoldo Ornstein afirma sobre el combate: “En Pavón fue sorprendido. No obstante, se rehízo inmediatamente y, a fuerzas iguales, se mide con Dorrego, reputado como buen táctico. A pesar de que este obtiene apreciables ventajas iníciales, tales como la aproximación por sorpresa y la delantera de la ocupación del mejor terreno, López lo derrota en una batalla en la que el procedimiento empleado y la distribución de fuerzas (aferramiento frontal y doble envolvimiento) responde a la más exigente táctica militar. Tal es la táctica que emplea López en el Gamonal”.

Y añade, para cobrar una verdadera dimensión de su figura: “La guerra misma y el ambiente han sido en consecuencia sus mejores maestros; en esa guerra acrecienta, año tras año, su preparación militar y agiganta sus valores. Fue, asimismo, para sus hombres un maestro en la más amplia acepción del vocablo y no sólo inculcó el culto del valor a sus subordinados sino que siempre dio el ejemplo con su bravura, reclamando para sí los puestos de mayor peligro. Tenaz y recto en la línea de conducta que adoptó por norma y fiel a los principios que su conciencia le trazó, nada ni nadie pudo apartarlo de ese rumbo. Su coraje, su carácter y su voluntad indomable fueron sus más fieles impulsores”.

Mateo Booz, en su maravillosa novela histórica Aleluyas del Brigadier, describe los prolegómenos de la batalla de manera insuperable:”Va creciendo la mañana del 2 de setiembre de 1820. Una brisa fresca peina los pastizales y en el cielo añil se deslizan lentamente algunos jirones de nubes que, como un párpado, tapan a momentos al sol. El campamento descansa sus fatigas. Los soldados, en círculos, matean y fuman. Alguno, a son de guitarra, canta y el coro celebra, con rudos dicharachos, la letra de las canciones. Son, alternados, donaires a mujeres y oprobios a Dorrego, el general enemigo”. Y más adelante: “Toda esa masa palpitante y viva, con color de barro y reciedumbre de árboles, como una emanación de la propia tierra, camina al mando de su general. Detrás del horizonte los espera la victoria o la muerte”.

El triunfo santafesino se plasmó políticamente en el Tratado de Benegas, que reafirmó el espíritu federalista de lo pactado en Pilar, convocando a un Congreso en Córdoba, que fue la garante de lo acordado. Comenzaba así la hegemonía de Santa Fe en el Litoral Rioplatense.

Santa Fe, la provincia Invencible, impuso una serie de condiciones que han quedado estampadas en la memoria de la oligarquía porteña. El General Tomás de Iriarte, en sus pestíferas Memorias, destacó la habilidad de los santafesinos a la hora de negociar y detraer recursos de Buenos Aires:”Se hizo la paz con López, Rosas la negoció, pero el tratado fue vergonzoso, humillante para Buenos Aires. Se sometió a un tributo de cuatro mil pesos mensuales que debía entregar a Santa Fe para que el gobierno de esta provincia pudiera sostener uno o dos escuadrones de caballería. Los estancieros de la provincia de Buenos Aires se pusieron en contribución de ganados y se dieron por el intermedio de Rosas muchos millares de cabezas, sin cuenta ni razón, al gobernador de Santa Fe”. El Tratado de Benegas significó para nuestra provincia, lo que el Tratado de Versalles para los vencedores de la primera guerra mundial.

La Batalla del Gamonal fue una de las bases del federalismo argentino que se plasmó en la Constitución de 1853. Su recuerdo es esencial para seguir luchando por una república federal y soberana.

Por Gustavo Battistoni
(Historiador y escritor firmatense)

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