La frase del título pertenece al escritor e historiador firmatense, Gustavo Battistoni, que este viernes, conteniendo la emoción, se despidió del Bar Santa Fe (ubicado en calle Santa Fe al 1100, frente a Plaza Rivadavia) un histórico café de sesenta años de vida, que este sábado 11 de noviembre cerrará sus puertas definitivamente.
El Santa Fe -como la mayoría de sus concurrentes lo denomina- fue actor protagónico de la vida social firmatense desde la década del sesenta en adelante. En sus inicios, antes de la creación de la Terminal de Ómnibus (1967), tuvo la tarea de despedir a los viajeros que llegaban a Plaza Rivadavia para tomar un micro. También era el primer lugar donde socializaban quienes llegaban a la ciudad.
Con el cierre de este espacio “se pierde un acervo cultural, 60 años de historia de la ciudad”, reflexionó Battistoni, el cual recordó que Bar Santa Fe ha sido termómetro del humor social, político y deportivo de Firmat en estas seis décadas.
Según sabía narrarle su papá, Gustavo llegó por primera vez a El Santa Fe a los dos años de la mano de su progenitor. Con el paso de los años, se convertiría en su segunda casa y el lugar donde aprendió que la cultura y la filosofía no solo habitan en los libros.
Encuestas
Entre los parroquianos de Bar Santa Fe se hicieron muy conocidas las encuestas informales que se realizaban días antes de las elecciones locales.
Habitualmente el resultado que arrojaba el sondeo de los habitués del café era el que después se manifestaba en las urnas. Por la tanto, en este bar se sabía una semana antes quién sería el próximo Intendente.
Códigos
Manteniendo los códigos que siempre reinaron en El Santa Fe, su responsable El Bati (Marcelo Battistoni) prefiere no hablar, no decir nada respecto a las razones que llevan al cierre de un templo que tiene en sus mesas muchas más confesiones que las hechas en la Parroquia que está a solo 100 metros de distancia.
“¿Ahora, a dónde vamos a ir?”
La pregunta surgió entre varios los parroquianos del bar que, ante la presencia de El Correo, se enteraron del repentino cierre de un lugar que para muchos fue -como dice el tango- una “escuela de todas las cosas”.
Por Mariano Carreras