La democracia argentina es joven. Este año cumple 40 años de vida ininterrumpida. 40 años de aprendizajes, aciertos, errores, tropiezos. 40 años es mucho en la vida de una persona, pero en la historia de un país es poco, muy poco.

Los jóvenes que en 1983 recibieron la vuelta de la democracia como una fiesta hoy peinan canas o perdieron el pelo. Pero lo que nunca deben perder es la memoria, es la capacidad de reflexionar sobre lo que sucedió.

Es cierto que hay sueños inconclusos, promesas a mitad de camino y derechos rengos, pero también es cierto que la democracia trajo consigo la posibilidad de elegir, de participar, de decir, de crear, sin temor a la censura o a la persecución.
Los niños y las niñas de la democracia necesitan conocer más. Es imposible ejercer derechos si no se conocen, es imposible valorar la democracia sin información, sin pertenencia.


Este domingo, muchos niños y niñas llegaron a los centros de votación acompañando a sus padres. Todos deberíamos imitar esa acción. Todos deberíamos invitar a nuestros hijos y nietos a que nos acompañen a votar. Es un granito de arena que suma.

Debemos exigir y promover más y mejor educación democrática. Y todo empieza por casa. Jugar a la democracia es muy divertido cuando se lo hace con responsabilidad y con alegría. Lo saben quienes en 1983 vieron abrirse las puertas de un sistema que tiene un montón de defectos, pero también tiene muchísimas virtudes y entre esas virtudes está la capacidad de corregir los defectos.
- Autor/fuente: Mariano Carreras (El Correo) | Fotos: Iván Crespo (Colaboración para El Correo)